Había una vez, en un pequeño pueblo, vivía Doña Jota, una abuela amorosa y valiente, acompañada de su esposo y sus hijos. Doña Jota tenía una granja llena de vacas que cuidaba como un tesoro porque sabía que eran de mucho valor, ahí estaba el sustento de su familia.
Un día ocurrió algo terrible, en la oscuridad de la noche un grupo de ladrones foráneos llegó al pueblo y robó todas las vacas y algunas gallinas del galpón de Doña Jota, ue un golpe muy duro para toda la familia porque sin las vacas no tenían comida y tampoco tendría como conseguir recursos para vivir.
La familia no se rindió ante la adversidad, con ese mismo valor que los unía como familia decidieron enfrentar la situación juntos para encontrar una solución. Trabajaron todos juntos, unieron sus fuerzas y se propusieron recuperar lo que les habían quitado, la abuela preparaba galletas, tortas, cucas, panderos y arroz que era lo que más se comía en el pueblo.
Trabajaron entre todos y los vecinos del pueblo los apoyaron porque sabían que estaban viviendo una situación difícil. Poco a poco, con amor y apoyo mutuo, lograron reconstruir su granja y recuperar algunas vacas. Fue un proceso largo y retador para la familia pero nunca perdieron la esperanza.
Doña Jota supo entender que esta experiencia de la vida era para enseñarle a su nieta la importancia del amor y el apoyo de la familia, mostrando cómo a través de la unión y la determinación se pueden superar los obstáculos más difíciles. Esto historia nos recuerda que incluso en los momentos más que parecen complicador de superar, el amor y la unidad familiar son la luz que guía el camino hacia la esperanza y la superación.